miércoles, 28 de mayo de 2008

¡Mi hij@ no entiende que tiene que sacar buenas notas!!!

Este es un comentario que se escucha a diario en diferentes lugares aparte de la escuela. La mayoría de los padres esperan que sus hij@s sean un fenómeno en su desempaño escolar. Ninguno se cuestiona qué es ser un fenómeno. Todos dan por cierto el que l@s niñ@s deben de sacar buenas notas de las que se incluyen a penas las “Bs” pero las “Cs” son prohibitivas. Esta es la fórmula perfecta para una auto estima baja. Sin embargo ¿qué es lo que realmente podemos esperar del desempaño escolar de nuestr@s niñ@s dentro de una sana convivencia? ¿Es natural que unos seres que están en pleno desarrollo físico, mental y espiritual se vean asediados por exigencias que no les corresponden? Exigencias de notas de 4 puntos “flat” con la carga física (y para sus cuidadores) de bultos repletos de libros que apenas “se tocan” en clase y las asignaciones que terminan los padres haciéndolas con tal de que su hij@ no “se cuelgue”. Esto último relevando a sus retoños de la responsabilidad a la que fueron sometido@s sin su consentimiento y, sobre todo, el genial ejemplo de honestidad. Todo en aras de la “excelencia académica” de sus niñ@s.
¿Realmente es la excelencia académica lo que define un buen ser humano (como cuál), un ser exitoso (en relación a qué), uno comprometido (con quién o qué). ¿Es que acaso nadie piensa en un ser humano feliz? Se ha comprobado a través de los años mediante estudios que los seres que desempeñan excelentemente sus trabajos no son los que fueron los “brains” de la escuela. La excelencia no debe de estar, como la expone Shapiro y Goldman, en el desempeño académico solamente sino en la forma en que nuestr@s niñ@s ven un mundo lleno de retos para los cuales están capacitad@s para superar y entre gente con la que puedan trabajar. Es de especial conocimiento que el área afectiva de l@s niñ@s es tan o más importante que el área cognoscitiva (conocimiento). Hay que recordar que la inteligencia se define como la habilidad o habilidades para resolver problemas de forma efectiva. Para la resolución de problemas son necesarios los conocimientos pero lo es más aún la capacidad de identificar el problema, desarrollar un plan de acción a seguir y verificar la solución para proseguir con una nueva en caso que la primera no funcione. Es ahí precisamente donde nuestr@s pequñ@s se nos caen, en no poder identificar, ni mucho menos aceptar los errores cometidos y utilizar el tiempo para otras soluciones posibles.
Es esta la llamada habilidad de identificar y trabajar con nuestros sentimientos que plantean Salovey y Meyer, los verdaderos teóricos de la inteligencia emocional. Es esta área la que permite que podamos enfrentar el mundo sin mayor impedimento que el temor de nosotros mismos. Es la misma que nuestros padres (de tres generaciones atrás) carecían porque la vida que llevaban no les permitía el tiempo para nutrirla. En ese entonces los niños era responsables de seguir su educación mientras los padres de éstos les proporcionaban lo poco que podían: el dejarles estar en la escuela. Ell@s eran responsables de sus tareas y de ayudar en la casa en todo lo que pudieran, no había tiempo para deprimirse y se jugaba con lo que aparecía pudiendo ser creativos y relolutores de problemas que ell@s mism@s creaban. L@s maestr@s estaban conscientes de las necesidades de sus alumnos y cooperaban con lo que podían dentro de sus capacidades. La diferencia: ¡cada individuo era RESPONSABLE de sus actos y de la resolución de sus problemas!
Hoy día, ¿cómo podemos lograr que nuestros hij@s puedan desarrollar esas habilidades tan necesarias no tan sólo para un buen desempeño escolar sino para el mejor desenvolvimiento feliz y productivo en sus vidas sociales y trabajadoras? Existen múltiples alternativas. La primera es comenzar por poder identificar las etapas de desarrollo en que se encuentran cada un@, las capacidades con las que cuenta y aquellas que deben y pueden mejorarse en nuestr@s hij@s. Esto se hace con ayuda de pruebas realizadas por profesionales expertos en la materia. Conociendo su realidad sabremos hasta qué punto podemos exigirles la responsabilidad sobre el mejor desempeño de sus funciones y les ayudaremos a desarrollar aquellas capacidades que así lo ameriten. Así aumentaremos su auto estima, siempre teniendo en cuenta que los que van a desarrollarse son ell@s y sólo lo lograran con la intervención consciente y racional de sus padres y de los profesionales correspondientes.
Mirnajudith O’Medín MA Ed.
787-796-1749

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